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LA VOZ DE ALCAINE

MUJERES DE ALCAINE (1)... un ejemplo de esfuerzo y tesón

MUJERES DE ALCAINE (1)... un ejemplo de esfuerzo y tesón

Desde siempre  se encargaron de acarrear el agua para beber y cocinar en las casas
Desde la época antigua la mayoría de las mujeres, en el medio rural, han trabajado duramente en las faenas agrícolas y además en el hogar. Hacerlo en Alcaine ha sido más duro si cabe por la difícil orografía del término y la situación del pueblo (construido en las laderas de una montaña con el río al fondo del valle). Tanto el agua para beber la familia, así como los animales (corderos, cerdos, aves, conejos, caballerías) que se tenían en los corrales y casas, tenían que subirla las mujeres de Alcaine cargada en cántaros. Era común que hicieran un par de viajes bajando al río para llenar y subir con un cántaro sobre la cabeza, otro en el ancón y hasta una botija en cada mano... y subir así la cuesta hasta el pueblo (cuando no se podía con el burro, mulas o machos). El proceso para lavar los vajillos (los utensilios usados para cocinar y comer) era similar: bajar hasta el río con un caldero lleno de los platos, ollas y cubiertos que se habían utilizado para lavarlos en la orilla del río. Los días de mucho frío se aprovechaba para hacerlo con el agua más templada del manantial que abastecía la acequia que regaba la huerta (ya que pueden darse hasta 15 grados de diferencia). En 1964 se realizaron las obras de traída de agua al pueblo desde unos manantiales situados a 7 Km. en la zona llamada El Tural y se instalaron dos fuentes (una en la plaza de la Iglesia y la otra en el Planillo) hasta donde los vecinos se desplazaban para llenar los recipientes y poder almacenar el agua en sus casas. Junto a estas fuentes también se construyeron abrevaderos para las caballerías. Como la Diputación no sufragó plenamente el coste de las obras se tuvo que complementar el presupuesto con la venta de una tala de pinos en la Cañada Marco y la realización de varias jornadas de trabajo altruistas por parte de los vecinos. Pero no importó porque eran conscientes de la importancia de esas obras para mejorar la calidad de vida de los habitantes. Fue un alivio sobre todo para las mujeres que hasta ese momento tenían que realizar el duro acarreo del agua hasta las casas del pueblo, pero la situación no se resolvió plenamente hasta que en el año 1981 se instaló por fin el agua corriente en las casas. Justo sería que un día el pueblo en general y los hombres en particular reconocieran con un sincero y justo homenaje la ardua labor que la mujer ha desarrollado en estas tierras.

     Foto facilitada por: Pilar Luna Gil.    LLenando agua en la antigua acequia del molino de harina de San Valero

 

 

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