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EN RECUERDO DE FRANCISCO CARRILLO
“No puede ser”. Esta frase la venimos repitiendo muchos de Alcaine en excesivas ocasiones durante los últimos meses. Respondimos así, cuando nos comunicaron los fallecimientos repentinos de María Jesús, de José Manuel, de Carlos y ahora de Francisco. Sobre todo, nuestras entrañas se remueven porque se truncan vidas consideradas incompletas, itinerarios con recorrido sin concluir, sueños sin realizar, ilusiones tejidas en la esperanza. Sabemos que el tiempo vuela (tempus fugit) como dijo Virgilio, que nacemos para acabar muriendo, que la vida tiene colores brillantes y la muerte el color del dolor. Pero no encontramos explicación en casos como éstos, como el de Francisco. Únicamente que la vida ha sido, es y será así. Por mucho coraje y rabia que nos produzca, sólo nos queda la aceptación de estos hechos irreversibles. Efectivamente, ¿por qué ha desaparecido Francisco tan joven y tan necesario? Ya no encontraremos su amabilidad y disposición en Alcaine o Zaragoza, ya no lo veremos en la procesión de San Agustín, ya no alternará en el albergue o en el bar, ya no practicará deporte de la caza, ya no ejerceremos el humor y la ironía sana con él, ya no lo esperarán Miguel, Dolores y Mª Teresa los fines de semana como el alivio de sus preocupaciones, ya no se dará los mil besos seguidos con su hermana... Pero sí nos acordaremos con alegría de que Francisco era persona de muchos amigos, amable en el pueblo y en su trabajo, buena gente, de gran corazón, noble, defensor y enamorado de Alcaine, volcado con su familia, Marisol y su Vanesa y ejemplar como faro y bastón de sus padres.
Como su madre Dolores me recuerda mucha veces que, cuando Francisco era pequeño y yo niño, le hacía en su patio de enfrente de mi casa comedias recitándole el poema de José de Espronceda, la Canción del Pirata, ahora vamos a despedirlo con unos breves versos que le creé anoche:
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Surcarás el río y el pantano,
Cruzarás el monte y el pinar,
Traspasarás las rocas y los riscos,
Caminarás con el sentir en las manos,
Buscarás el infinito.
Y llegarás… ¿Adónde llegarás?
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Texto: Manuel Val
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