El escritor y profesor JORGE SANZ BARAJAS, con casa en Alcaine, publica un nuevo libro
Se trata de la novela CAPITAL DEL DESIERTO, con trama situada en la Zaragoza de finales de los años cincuenta
Llega el quinto libro de Jorge Sanz Barajas, tan ligado al pueblo de Alcaine (Teruel), después de los ensayos sobre el poeta de la generación del 27 José Bergamín “La paradoja en revolución” (Ed. Libertarias, 1998), sobre periodismo y educación en “Escuela de periodistas”, (Ed. Mensajero, 2003), y las novelas “La balada del ahorcado” (Finalista del I Premio Ínsula del Ebro, 2006) y “Las hadas muertas” (Ed. Sibirana, 2014)
En esta ocasión en Capital del desierto, la trama se desarrolla en la Zaragoza de finales de la década de los cincuenta, una época en la que los primeros pelotazos urbanísticos iban al paso de las tensiones en el interior del régimen franquista. El desencanto cunde en las filas de los fieles a la vieja Falange, que van encontrando puntos en común con la resistencia interior. El movimiento sindical comienza a tomar posiciones. Mientras tanto, la gente de la calle ve cómo los derechos sindicales y los convenios colectivos se van agotando en eternas promesas incumplidas. El modelo económico del ladrillo nació en estos años y llenó unos pocos bolsillos nada más. ¿Y la ciudad? Quien conozca la historia de Zaragoza, sabrá que aquellos años vieron germinar arte por los cuatro costados. Pocos tiempos fueron tan fértiles, pocos lugares tan creativos como el Ambos Mundos, El Niké o La Espiga.
¿Y la historia? Acaba el verano de 1958. El barrio de Las Fuentes, en Zaragoza, crece a golpe de especulación: las viviendas del grupo Girón y las del grupo Casta Álvarez aparecen de la nada junto a las viejas casitas de Rusiñol y Figueras, las de Escoriaza, las casas baratas de Montemolín, el Matadero Municipal, la parroquia de Cristo Rey, los campos de Racaud, una línea de tranvía… Zaragoza capital del desierto, crece a golpe de ladrillo.
Hay un puñado de hombres y mujeres con algo en común: han sufrido la pérdida, tienen buena memoria y viven mirando al pasado en una vida teñida de claroscuro. Unos perdieron la guerra, otros viven confundidos ante una victoria que se les antoja vacía, caballeros mutilados de la guerra de España, voluntarios en Rusia que dejaron atrás algo más que el futuro, gente común que sigue mirando con rabia un tiempo que se les fue de las manos, gente sin más presente que trabajar, sin más sueños que sobrevivir en los márgenes de la precariedad. Para soñar, están las películas de Fellini, que llenan los cines de Zaragoza. Aquel mítico Cine Dorado...
Pero algo llega para cambiarlo todo de repente, como un fogonazo de viento y luz bate los cristales y corre los visillos: a principios de octubre, Gina Lollobrigida y Tyrone Power van a rodar para King Vidor “Salomon y la Reina de Saba” en Valdespartera. El cine, única ventana por la que podían ver el mundo, se convierte por unos días como por arte de magia en una puerta. Para unos, el rodaje será un soplo de color e ilusión. Valdespartera será para el séptimo arte, solo por un par de semanas, el antiguo Egipto bíblico. Pero algunos no olvidan que también es una fosa común en la que reposan más de mil fusilados.
El rodaje será el escenario perfecto para la venganza; el momento perfecto para escenificar aquella guerra que se perdió, o aquella que se ganó sin premio alguno; en todo caso, la que todos sufrieron. Hombres que dos décadas atrás se hubieran acribillado a balazos, hoy comparten trinchera. Algo nuevo nace en Zaragoza, “capital del desierto” reza el verso de Miguel Labordeta. Lo que salga por esa puerta, quizá no vuelva a entrar.
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